lunes, 1 de octubre de 2012

Trabajar entre la vida y la muerte.

Pacientes muy graves, toma de decisiones vitales con urgencia, presión de los familiares… Los sanitarios que trabajan en una UCI pueden llegar a ver comprometida su salud psicológica. Investigadores de la Universidad Jaume I de Castellón han realizado un estudio sobre los riesgos que supone trabajar en esas unidades, al filo entre la vida y la muerte, y sus conclusiones son un reflejo del estrés que se deriva de unas condiciones laborales que no son siempre óptimas y de estar en contacto permanente con el sufrimiento.

El estudio refleja que entre un 14,6% y un 20% de los profesionales sanitarios que trabajan en la UCI presentan síntomas de ansiedad y entre un 4% y un 7% depresión y destaca la necesidad de desarrollar estrategias de intervención para prevenir o disminuir los síntomas asociados a un trabajo en contacto diario con el sufrimiento y la muerte y en el que las demandas son numerosas y de gran urgencia. Una vez conocidos los factores que influyen en el malestar emocional del los profesionales, los investigadores creen que esta intervención debería incluir, entre otros, aspectos como la psicoeducación, generar posibilidades de descarga emocional, fortalecer los vínculos interpersonales entre los miembros del grupo y el entrenamiento en técnicas psicológicas que les ayude a afrontar el impacto emocional que les genera su actividad diaria.

Para el desarrollo del estudio ““Estado emocional de los profesionales sanitarios en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI’s): factores moduladores” se ha evaluado a 117 profesionales sanitarios de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General de Castellón, analizando aspectos como la ansiedad y la depresión, los factores que más estrés les producen, la fatiga compasiva o el burnout. Los trabajadores han destacado como los elementos que mayor estrés les generan la sobrecarga de trabajo o la falta de recursos humanos para cubrir las necesidades. Además, señalan otros factores relacionados con características especiales del trabajo en una UCI, tales como la necesidad de tomar decisiones de manera rápida, las consecuencias que se pueden derivar de estas decisiones, la presión temporal, la falta de descansos reglados o la desvalorización de la profesión. “Estos factores son, a priori¸ difíciles de cambiar, pues no son personales sino que vienen impuestos por el contexto. Sin embargo, sería interesante tratar de desarrollar estrategias de prevención e intervención que, posiblemente, permitieran mejorar la percepción que se tiene sobre éstos y su afrontamiento. Por supuesto, estos datos también denuncian la falta de recursos con que cuentan nuestros profesionales”, resalta Rafael Ballester.

La investigación realizada desde el Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología revela que alrededor de un 12% del personal de la UCI está en riesgo de padecer fatiga por compasión, es decir, que pueden llegar a tener dificultades para experimentar sus propios sentimientos, desesperanza, impotencia y rabia en respuesta al estrés que padecen por ver a sus pacientes pasando por situaciones médicas graves. Por otra parte, un 3% presentan riesgo de padecer burnout o síndrome de estar quemado. Se trata, explica Sandra Gómez, “de la sensación de agotamiento, decepción y perdida de interés por la actividad laboral, que surge especialmente en aquellos que se dedican a profesiones de servicios, como consecuencia del contacto diario con su trabajo”.

El estudio también considera la satisfacción que les aporta a los profesionales el hecho de ayudar a otros. Así, “los sanitarios de la UCI se encontrarían en un nivel medio de satisfacción con la compasión que ofrecen a los pacientes. En cuanto a las variables demográficas, son las mujeres las más satisfechas y el personal médico el menos satisfecho y el que más riesgo de fatiga por compasión presenta en comparación con el personal de enfermería”, según señala Sandra Gómez.

Fuente de Datos: Diario Médico

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